Carta de Elia Barceló para el Orgullo

Roca Editorial -

Queridas lectoras y lectores:

Hace seis semanas que apareció mi nueva novela El eco de la piel y pienso que ahora podría ser el momento adecuado para añadir un poco más de información a la que ya dimos en su día al presentar esta publicación.

En aquel momento, temiendo estropear algunas de las mejores sorpresas de la novela, y huyendo de que se entendiera como un deseo de sensacionalismo, preferí que no se hablara explícitamente de un tema central en el desarrollo de la trama, justo el que ahora me gustaría desvelar. Tengo que agradecer a todas y todos los periodistas, críticos y reseñistas el haber mantenido el secreto hasta este momento.

Uno de los temas centrales de El eco de la piel es la identidad de cada individuo:

«Primero somos lo que nos dicen que somos, después, con suerte, lo que nos decimos a nosotros mismos cuando empezamos a poner palabras a nuestro yo, a nuestra identidad. Nada más nacer una criatura, la primera pregunta de todos los padres es: “¿qué es?” Y con eso solo se refieren a si es varón o hembra, la primera marca de una vida. Poco a poco te van marcando cada vez más...» (p.15)

Y, dentro de esa temática de la identidad, que comienza con palabras ajenas impuestas sobre una criatura, y tiene muchísimas ramificaciones:

«“eres una niña”, “eres la mayor de tres hermanos”, “eres el pequeño y tendrías que haber sido chica”, “fuiste un error de Nochevieja”, “eres tonto”, “eres muy inteligente”, “eres especial”, “nunca llegarás a nada”, “serás médico, como todos en esta familia”, “eres una marimacho”, “pareces mariquita”, “eres muy guapa”, “no eres gran cosa, pero tienes pase”, “no te pareces nada a tus hermanos”...» (p. 15)

La identidad genérica y sexual es absolutamente central. Tendemos a pensar que ese tipo de problemática es algo moderno, surgido en el siglo XX; hay incluso quien piensa que se trata de una moda pasajera como el largo de las faldas. Por supuesto que se trata de algo fundamental para cualquier individuo y es un tema que existe desde que el mundo es mundo, o más bien desde que los seres humanos son seres humanos, pero que durante siglos, por diferentes razones, muchas de ellas religiosas y culturales, no se consideró digno de pasar a la literatura.

En mi caso, desde mis primeros relatos, recogidos en una publicación de 1989, Sagrada (Ediciones B) la homosexualidad —tanto de hombres como de mujeres— aparece como uno más de los conflictos narrativos dentro de tramas de diferentes géneros, aspectos e intenciones. Es también uno de los hilos conductores de El vuelo del Hipogrifo (Lengua de Trapo, 2002) y, con mayor intensidad, de Disfraces terribles (Lengua de Trapo, 2004); está presente en Las largas sombras (Ambar, 2009, reeditada por Roca editorial 2018) y ahora vuelve con fuerza en El eco de la piel, (Roca editorial, 2019) donde se añade, por primera vez en un texto mío, la transexualidad que, en mi opinión, dota a la la novela de una dimensión añadida, ya que no ha sido mi intención tematizarla con exclusividad buscando llegar a lectoras y lectores de la comunidad LGTBI, sino normalizar y presentar una realidad que nos afecta a todas y todos.

En este mes de junio, mes de la visibilidad LGTBI y de la celebración mundial del Orgullo Gay, pienso que puede resultar interesante saber de la existencia de una novela literaria donde, dentro de las peripecias esperables en toda historia de ficción, se muestran personajes no normativos en una época pasada —la posguerra española— que avanzan y se desarrollan hasta comienzos del siglo XXI y nos muestran sus conflictos, sus problemas y su devenir.

En las seis semanas que lleva en librerías y en la amplia gira que he hecho por más de quince ciudades españolas, he tenido ocasión de encontrarme con lectoras y lectores que ya habían disfrutado la novela y me han felicitado por una historia que han calificado de «valiente», «bella», «narrada con gran sensibilidad» y «muy satisfactoria», tanto personas pertenecientes a este colectivo —que me han mostrado su alegría y su gratitud— como otras que nunca habían entrado en contacto con una temática similar.

Me alegra muchísimo contribuir a la normalización de una realidad que tanto sufrimiento ha causado y sigue causando, y espero que la novela siga dando placer de lectura a muchas más personas.

Elia Barceló.

Carta de Elia Barcel para el Orgullo

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