A contracorriente
Ella, que no tiene un pelo de tonta, sabe perfectamente cuál es el motivo por el que despierta tanto interés. Es la heredera que puede ayudar a un don nadie a dar un salto cualitativo en el escalafón social o sencillamente aportar una buena dote a algún otro heredero deseoso de aumentar su riqueza.
Pero es consciente de que ninguno de la larga fila de «pasmarotes sin sangre» que la invitan a salir, al teatro, a cenar y demás actividades legítimamente correctas ve más allá, no la ven como la mujer que es. Por lo que rechaza diplomáticamente sus propuestas y se ha resignado a estar sola. Ella tiene suficiente con su trabajo y su familia.
Hasta que tropieza con un hombre que es todo lo contrario a lo que está acostumbrada. No es para nada amable, ni considerado, ni la llevará a cenar ni mucho menos al altar. ¡Es perfecto!